martes, 1 de noviembre de 2011

Color.


Quizá así era yo antes de conocerte. Seguramente no del todo. Recuerdo que aquel verano volví de Ceuta con ganas de comerme el mundo. Tarareando siempre en mi mente con un tono rockero "dile a los chicos que no volveré más". Soñando con vivir y queriendo ser libre, ser feliz. Alejando todo lo malo de mí y anhelando disfrutar cada momento. Y así fue. El verano comenzaba, las fiestas se sucedían, los amigos no faltaban. Y de repente, un día, me veo llorando al lado de un chico que conocía desde hace dos días. Quizá fue porque fue él quien me acompañó, o a lo mejor porque perdí algo de alguien a quien quise, pero el caso es que así sucedió. Después no nos fuimos a dormir, nos sentamos a la orilla del mar, pasando un frío increíble, y abriendo el corazón más de lo que quisiéramos en ese momento. Pero está claro que no fue ahí. No se cuando, ni como paso. Pero ambos dejamos que sucediera, y nunca me he arrepentido de ello. Al principio no fue fácil, no sabía que sentía, pero sabía que me gustaba pasar tiempo con él, ya fuera en mitad de una discoteca o sentados en el coche hasta las 5 de la mañana mientras nos reíamos a carcajadas con todas las tonterías que decíamos. Pero aún, ni en ese mismo momento era consciente de lo que había, de aquella magia que nos ha unido hasta ahora. Hoy, después de más de dos años, y con mucho a nuestras espaldas, puedo afirmar que cambiaste mi manera de vivir la vida. A pesar de que yo comencé esas vacaciones con ese pensamiento, sé que gracias a ti lo he podido mantener en muchos momentos. Me volví más payasa, más alocada. Ahora me importan mucho menos las cosas insignificantes, y las importantes, las miro de otra forma. Así que sí, tu eres uno de los motivos que dan color a mi vida, y eso me hace quererte cada día más. Te preguntarás que por qué justo hoy escribo esto. Pues es muy sencillo, estaba sentada y mi mente se había ido tres horas atrás a cuando estábamos jugando, riendo, llamándonos de todo, haciéndonos cosquillas y dándonos besos. Pero es que si me voy cinco, te veo a ti yéndote con la moto solamente para imprimirme unas cuantas hojas, y he pensando, si eso no es amor que venga Dios y lo vea.Y por esto, y muchas otras cosas, puedo gritar a nueve pisos de altura que te quiero. 

"Una mirada tierna que se convierte en hábito... "

No hay comentarios:

Publicar un comentario