Realmente te echaba de menos. Disfruto como una niña cuando te tengo en las manos, y no paro de pensar en todo aquello que te compraría para mejorarte, pero a veces, me olvido de todo, y a pesar de que sean las seis de la mañana y que en casa solo se escuche el sonido de una foto tras otra foto, yo sigo entreteniéndome y sin cansarme de darle al botoncito.
Estas últimas horas han sido raras, me siento incomoda y diferente. Me gustaría no estar así y la verdad que hago lo posible, a la mínima saco una sonrisa y bromeo, pero de repente, y sin motivo aparente cae una tras otra por mi cara y no paro de pensar en qué es lo que me pasa. Tengo casi la certeza de que es este ritmo el que me está matando, durmiendo por el día, comiendo a la hora de la merienda, no cenando, esperando metida en la cama desde las doce e impaciente por saber a qué hora seré capaz de dormirme hoy. Por eso, ahora mismo llevo 22 horas sin dormir. Con tantas horas en los que "Dolce far niente" pierden todo su significado, en las que pasa de todo por tu cabeza, ves tres películas, te metes en tus páginas habituales cada cinco minutos, riegas tus plantas del jardín zen, en las que haces mil millones de fotografías (aunque harías más si en ese día que te levantaste con el pie izquierdo no se te hubiera estropeado la tarjeta de 8 gigas...) y al final, en el último intento de encontrar el bienestar mientras deseas que lleguen las 8 de la mañana te acabas metiendo en la bañera, con el agua ardiendo, como sólo a ti te gusta, con los cristales ya empañados y esperando con la mascarilla en el pelo, mientras, de fondo, Extremoduro, y te das cuenta, de repente te sientes bien, relajada y contenta. Piensas en la definición de felicidad, dándote cuenta de que simplemente llenamos el día a día con momentos felices, como cuando haces el tonto para sacar la sonrisa que tanto te alegra de tu compañera, o cuando nos damos media vuelta para ver a aquel desconocido que va por las calles, solo, pero con una sonrisa de oreja a oreja mientras nosotros imaginamos su vida entera. También nos sale una sonrisa enorme el ver la cara de nuestros padres por skype aunque sea con una calidad pésima, o cuando te conectas y tienes esas esperadas letras verdes con un mensaje tuyo, simplemente porque sí, porque te acordaste de mí y punto. Sin más motivos. Poca gente puede hacer eso y verlo tan normal. En definitiva, tengo todos esos momentos y muchos más, así que, si mi ritmo vampírico me lo permite, espero simple y llanamente, volver a ser yo.
" La mayor victoria: el vencerse a sí mismo. "
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