Ya casi se ha ido el primer mes del año. Los primeros días quedan ya borrosos, permanecen algunos recuerdos, los más felices. El resto, más vagos, se trata de momentos desenfocados. Aquello a lo que le dabas importancia, se ha quedado allí, por eso cada día estoy más convencida de que no merece la pena. Esta mañana, al salir por las calles de Florencia no podía parar de sonreír, me hacía gracia el estar tan feliz un lunes a 2 grados habiendo dormido tres horas. Iba caminando dando saltos de un lado para otro, con una sonrisa permanente y alguna carcajada. Pensaba en ti. En cuando me dijiste que si iba así por la calle, alegraría el día a cualquiera. ¿Será verdad? Ojalá que sí. Me gusta ser feliz, pero también que lo sean los demás. Mientras iba por la ya tan querida Via Guelfa sonriendo sin motivos, escondiéndome un poco de las miradas de la gente, pensaba en que esos días borrosos del calendario no importan, porque el pasado no se puede borrar, no lo puedes cambiar, pero sin embargo, puedes decidir qué vas a hacer hoy o mañana. Tú decides tu suerte. Así que Febrero: decido que vas a ser un mes en el que apruebe mis exámenes, en el que vea a mis padres y lo pasemos genial de cafetería en cafetería aborreciendo el chocolate, en el que disfrutaré de Venezia, y sobre todo, un mes que pasará volando lleno de pequeños momentos felices, y que dará paso a otro en el que quizá vuelva a casa y te vea. ¿Ves? No hay motivos para no ser feliz.
Chapó!
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