Creo que hoy no me podría fastidiar el día nadie. Cuando volvía de clases, después de haber aprendido, de pasármelo bien atendiendo y de charlar un rato con mis compañeros, mientras conducía tranquilamente al lado del mar, viendo de frente el paisaje de Las Palmas, rodeado por un par de barcos y de fondo diversas letras en italiano, la sonrisa me ha salido de manera innata. Pero fue más allá, era casi una carcajada al descubrirme a mí misma en esa situación, y fue entonces cuando me acordé de Martino. Un renacuajo que con apenas dos años cantaba el himno de Italia como podía. Una personita chiquitita por fuera, pero con un gran corazón que daba todo el amor y cariño posibles a sus compañeros y maestras. Pero sobre todo, siempre le recordaré por aquélla simpática manera que tenía para manifestar su felicidad. Daba botes, primero levantaba la pierna izquierda y luego la otra, así durante un rato, y todo ello decorado por una sonrisa pícara que cuanto menos, te sacaba otra a ti. Así que sí, si fuera una niña pequeña, seguramente hoy me habría pasado la mayor parte del día dando botes de un lado a otro, riéndome sin parar y como siempre, pensando en lo afortunada que soy.
"Aprende a sonreir a la vida que ella te sonreirá a ti. "
No hay comentarios:
Publicar un comentario