jueves, 15 de diciembre de 2011

De cómo las cosas cambian.




Unas veces sucede sin más. Te despiertas y las zapatillas no están en el lugar de siempre. Es tan simple como eso. Quizás eres tú el que ya no eres el mismo. Puede que eso que notas distinto sea como siempre, pero tú, si tú, eres el que nota la diferencia. La gente dice que los cambios son buenos, implican cosas nuevas y nos hacen vivir más. Yo aún no sé si me gustan. Sinceramente, creo que nunca me han gustado. De pequeña, cuando me decían que nos mudábamos otra vez, yo no paraba de pensar en mis amiguitos, en mi casa, en cómo ya no podría jugar a las mismas cosas o en cómo nos sentaríamos a la mesa mi familia y yo en la nueva casa. Para mí, eso era un mundo. Pero poco a poco veías que hacías de tu nueva habitación tu hogar, andabas por toda la casa descubriendo cada día un sitio nuevo, sintiéndote a la vez muy pequeña. La mayoría de las veces pensabas que estabas sola allí porque la otra casa era tan pequeña que siempre te cruzabas con alguien. Pero aquí no. No sabes si te gusta o te disgusta, o a lo mejor, ni siquiera piensas en ello. Lo único cierto de todo ello es que al final te acostumbras. Ahora, más de diez años después y habiendo vivido en sitios diferentes, solo deseas volver a casa por Navidad. A esa casa, que cuando eras pequeña, solo temías. 

" La casa de un hombre es su propio castillo. "

No hay comentarios:

Publicar un comentario